Pocas actividades deportivas dan tanto de sà como el mudo de las montañas, no hay deporte que genere un volumen tan grande de literatura y opiniones. Todo lo que rodea a este mundo ha suscitado un elevado número de pasiones que ha desembocado en agrias polémicas que se han mantenido a lo largo de los años, baste recordar que ya la primera ascensión al Mont Blanc acabó enfrentando a sus dos primeros ascensionistas Paccard y Balmat que nunca volvieron a ser amigos.
El origen de todo este fenómeno habrÃa que buscarlo en los más profundos inicios de la humanidad donde las montañas han estado presentes; no hay cultura por muy diversa que sea que no tenga una montaña de referencia como icono religioso o trasfondo histórico. Esta presencia permanente se manifiesta en múltiples facetas de nuestra vida.
La relación del hombre con la montaña es muy diversa y cada cual, la intenta la llevar a su manera, intentando cumplir sus peculiares motivos en forma de actividades, de las que no todas tienen que ser deportivas.
Desgraciadamente el mundo de la montaña se ha convertido en un ser frágil, rodeado de amenazas en el que todos debemos cuidar en lo posible de nuestras capacidades, para de esta manera asegurar su legado a las generaciones futuras para que puedan seguir disfrutando de su influencia.
Pero aparte de esta realidad, que no creo necesite más explicaciones, la montaña sigue siendo el espacio que sigue acogiendo sin protestar a todos los que nos introducimos en ella para cumplir nuestras expectativas y proyectos por muy locos que sean, impasible, dura, terrible a veces pero siempre inmutable a nuestros anhelos..
Cumplir estas expectativas es una opción personal, donde cada uno pone sus lÃmites y normas, por que desde el principio esa ha sido la regla no escrita para todos. Una libertad de acción en el que el único limite debe ser la no agresión al medio y la honestidad en nuestra relación con ella, pero sin embargo la introducción de costumbres y hábitos del mundo moderno han producido unos cambios que han afectado a la manera de valorar nuestras realizaciones. Hoy es normal que cualquier actividad realizada sea sometida a juicio y matizada por cualquiera que es vea en el derecho de erigirse juez de unas leyes que distan mucho de acercarse al verdadero espÃritu con el que nos acercamos a las montañas.
Un claro ejemplo lo tenemos cada año en el Himalaya donde con el comienzo de la temporada, se dan cita en sus dominios de un sinfÃn de personas que con unos motivos y expectativas distintas; algunas de ellas pintorescas, buscan dar vida a un realidad personal, un sueño o un vano deseo de vanidad.
Todas estas actividades son valoradas, juzgadas, criticadas, opinadas etc. por unos supuestos jueces que se ven en el derecho de dar su aprobación y marcar la validez de los mismas con una superficialidad desesperante, sin darse cuenta que a lo mejor sus propias actividades presentan las mismas carencias que pretende juzgar.
Estas opiniones que cada vez inundan más los distintos foros y medios de comunicación son fruto de la necesidad comercial, pues la mayorÃa de estos jueces son obreros de la montaña y necesitan crear polémicas que hagan seguir manteniendo la actualidad de estos supuestos jueces o gurus de al montaña.
La montaña merece ser parte de nuestras vidas donde el respeto y la libertad individual debe prevalecer. Para que cada uno pueda cumplir sus sueños, pueda vivir sus experiencias, dentro de un respeto a las montañas y sus gentes, donde tienen cabida todo tipo de actividades deportivas, pues cada vez tenemos menos oportunidades de poder ser libres y poder dar rienda suelta a nuestros pequeños sueños.